La idea era buscar el lugar adecuado para hacer mi Tlalmanalli, aún no sabía en que consistiría: flores, danza, comunicación venerable en un lugar venerable, etc.
Subí el Sacromonte sin haber sentido el llamado con los grupos de danzantes del atrio de la parroquia; arriba había un grupo con danzantes muy bien ataviados, pero eran muchos en muy poco espacio, seguí caminando y escuché a otro grupo que aunque tocaban con un "ueuetl" de metal, este tenía un sonido grave; en cambio, el ueuetl de madera hacía un sonido agudo. El de metal me llevó.
Me encontré con un grupo de danza que ensaya en Azkapotzalko y tuve una experiencia muy agradable; el círculo estuvo integrado con danzantes de varios lugares, pero el "jefe" principal es de Azkapotzalko. Me integré pensando en hacer sólo dos o tres danzas, pero cuando vi que saludaban al oriente para ofrecer la siguiente danza pensé que era mejor hacer cinco danzas (los cuatro rumbos y el cambio). Empecé danzando Guerrero, después siguió Xochitl y Fuego; en este momento se hizo una ceremonia para colocar Xochitlakoyalli a las personas que iban por vez primera, entonces me obsequiaron kopalli para hacer mi petición; la danza continuó ahora con Mazat I, Uitzilopochtli o antigua y la última danza me invitaron a ejecutarla con otras cuatro mujeres, la danza de Uexolotl ¡Hermoso ramillete de la chitontikiza!
Al término de la danza ellos realizan un ritual donde lo único importante son los elementos que nos permiten la vida: agua, viento, fuego y tierra; le cantan al fuego y despiden a los portadores de los elementos; no hay voces elevadas ni importancias personales a la hora de regresar las "palabras".
Mientras estuve en el círculo no sentí el sol quemante en la cara ni el piso caliente en mis pies descalzos, pero ahorita me tuve que poner rebanadas de papa en la cara. Ahora el compromiso es ir a la danza del segundo viento, en el santuario del señor de Chalma.
Espero que les gusten las fotos con las que acompaño esta entrada. Hasta pronto.